DeMusica ensemble, en formato de cuatro cantantes dirigidas por María Ángeles Zapata, transportó al público asistente en una lluviosa tarde madrileña a ese territorio vago, exótico, al que en seguida nos remiten estos cantos monódicos salpicados de heterofonías, primitivas articulaciones polifónicas y pedales sobre los que se eleva la plegaria. De tales notas mantenidas se encargaban dos voces o, en algunas piezas, el shruti box, instrumento hindú de viento alimentado por fuelle manual. Algunas campanas de mano, como viene siendo costumbre en este tipo de interpretaciones, y una auta puntualmente enriquecían con su color la aparente dureza de estos cantos. Decimos “aparente” porque lo cierto es que el público, por lo general no muy habituado a estas sobriedades, agradece en seguida el remanso de paz que supone poder sumergirse en directo en estos contextos sonoros. ¡Lo hemos visto tantas veces! Acostumbradas, acostumbrados, a un consumo de ruido desaforado, a engullir músicas por doquier, queramos o no, y al imperio de lo eléctrico o electrónico, esta vuelta a la voz, la simple voz, se recibe con tanta sorpresa, al principio, como emoción después.
No hay nada más difícil que interpretar canto monódico. Pocas son las tretas para esconderse. La exposición es total. A pesar de la dureza sonora del Salón de Actos del MAN, más pensado para conferencias que para conciertos de este tipo, que obligó a un reverb un punto subido, los 50 minutos de concierto pasaron en seguida. Se optó por la modalidad didáctica, introducida cada pieza por la directora del conjunto. Eché de menos agrupar las piezas en bloques para poderlas escuchar sin las interrupciones de los aplausos, por ganas que hubiera de ello.
El concierto remató, con buen criterio, con una pieza polifónica del Códice de las Huelgas dedicada la Virgen María. Estas cinco mujeres Susanna Vardanyan, Abigail R. Horro, Nuria Díez Latorre, Susanna Vardanyan (murciano-armenia), y la mentada M.a Ángeles Zapata pudieron irse contentas. Tanto como quienes las escuchamos.
Caían bombas en Ucrania mientras escuchábamos estas músicas. Mataban y se mataban gentes rusas y ucranianas, a quienes estas melodías no les sonarían tan extrañas como al auditorio del Museo. Cuándo llegará el momento en que el sonido de la guerra solo se escuche porque se recree, fruto de una realidad histórica que se haya superado y la guerra, las guerras, solo sean explicación de Museo Arqueológico. Por ahora, nos queda la música.